“And so it is, just like you said it would be”
Damien Rice – The Blower’s Daughter
“Yo solo fui lacayo de un sentimiento del que me creí amo,
hasta que no te amo más hoy como ayer.”
Y así fue que el silencio pasó de noche raudo buscando mis rótulas para que perdiera paso y cayera a tus pies. Así fue, es verdad.
La historia de hoy comenzó en ningún lugar al que siempre volveré para dar gracias, ningún camino me hubiera llevado hacia ella más que la casualidad imprecisa.
Ella vestía de jeans como las mujeres comunes, y es que comun nació.
El, que soy yo, vestía como bestia, y tal vez algo más.
Se conocieron por burlas del destino, y ya no sé si fue la mejor burla hecha jamás, pero aún me produce una que otra sonrisa, no en el rostro sino en el vientre, cosquillas como amor solo que más placenteras.
Ella habló porque él se intimidaba del roce de su voz contra su rostro. Sus rostros palidecieron sequías de ámbitos poco conocidos, ella habló de rabia y él de palabras rameras.
La casualidad eligió un mal momento para unirlos y planificó unirlos más. Dos horas después serían conocidos de buen andar, y dos días después amigos del buen madrugar.
Conversaron a diario como quien no quiere quedarse mudo por falta de habla, se vieron a metros de distancia para mover la mano y saber que la sonrisa de ella podría ser la de él.
La casualidad hizo su trabajo y los dejó andar solos, pero ella fue acompañada, él sólo ando.
Pasaron horas, muchas que con ella eran pocas. Consiguieron afectos de buena fábrica, se abrazaron más de lo suficiente y sin embargo siempre se quedaron cortos en tiempo, él se dio cuenta que se infectó de flirteo y decidió no intentar irrumpir en la ocupación de un corazón que nunca sería para él.
Se marchó, porque él era un trotamundos, viajó buscando lluvia y nieve, buscó dejar paralizado ese amor que lo mueve, lo congeló en las montanas y regresó para nunca querer irse.
Pero regresó.
Su corazón (ella) ya no estaba ocupado y él no pensaba irrumpir porque se sabría enamorado de aquella, y él sabía que el amor no sólo traía cosas buenas. Se besaron como quienes no mueren, y se dieron unos cuantos besos más. Formalizarían todo sin mucho trámite y sin tramitar mucho también terminaron su relación. Los ancestros los conocerían de ahí en adelante como los que nunca mudaron de piel, ambos fueron más amigos que enamorados y enamorados ellos, no supieron de amistad.
Su corazón intento ser ocupado. El, que no escatimó esfuerzo porque más temprano de lo acostumbrado se enamoró, buscó ser su enamorado una vez más sin pensar que se echaría esta vez de menos. Buscó desenamorarse en la misma tierra que ella pisó y al no ser posible huyó con mentiras para ser más conciliador con el deseo de no perderse de ambos.
Pero todos extrañan, y cuando extrañan regresan y cuando regresan buscan lo que alguna vez conocieron.
Se besaron entre frases recónditas y un ya no te amo que fue verdad, y en verdad dejaron su relación para las reliquias y buscaron de forma informal una pasión de ciudad, con pudor y sin daño, como un juego del que no formarían parte, imposibilitados para ser pareja y con licencia para besar, murieron en el pico de la botella y se atormentaron cuando él tuvo que partir otra vez.
El supo que sería difícil estar lejos de ella, y lo fue, por supuesto. Se colmó de monedas para llamarla día tras día y así ella no se olvidara que la mejor parte de él no estaba consigo mismo sino se quedó para mimarla a diario, pero a diario ella iba olvidándose de él. Y él, iluso, se enamoró por segunda vez de la misma mujer que intentaría fuera por segunda vez su mujer. Para llenar su vacío coleccionó sus fotos y la besó a diario, aficionado a su belleza (ella fue guapa cuando quiso), dio gracias a existencias y cantó tras la ventana noche tras noche con los ojos colgados de los postes mirando la pista en el sentimiento nostálgico de saber que ella estaba lejos y él cada día más.
Hubiera dejado de pensar, pero su voz pedía música y se obligó a cantar cada noche por ella, y es que siempre fue imposible arrancar su recuerdo a medianoche, pues todo hombre que mira a altas horas de la noche la pista (cantando) es porque piensa en una mujer.
Y él regresó, como en todo regreso, pensó que todo sería conocido, pero no lo fue. El supo que tendría que porfiar una vez más las dosis de un flirteo poco caritativo y muy daditativo, ella que empañó sus ojos y gritaba que no querría enamorarse de él, le dijo que no a la relación propuesta y él le respondió como él mismo no tenía idea, con amor.
Ella lo besó por afición y él le escribió, en sus estudios, con chocolate un te amo que sería inmortal si no hubiera sido olvidado. Siempre se olvidan los detalles cuando no hubo éxito.
El partiría pronto y ella al día siguiente no se dejó besar. El, lloró ese día porque supo que no sabía qué saber hacer para que sus besos corrieran normalmente por los labios de ella. Ella que quería los besos pero no quería correr, el riesgo a caer siempre hizo que ella mirara al piso y él que ya había caído buscó encontrar en los ojos de ella sus ojos pero ella nunca lo miró como él a ella, él lo supo y no lloró porque él buscó siempre ser feliz con ella, las lágrimas podían aguantarse hasta que desaparecieran, pero eso de aguantar siempre fue una mentira a largo plazo.
El día anterior a la partida ella lo buscó. Creer enamorándose dijo estar, y él estuvo contemplándola, esta historia dolería más porque duraría más, pensó. Contemplativo como sólo él podía estar se dejó ilusionar y ella se dejó traicionar por lo que sentía, su restricción sentimental superlativa había sido vencida y, sin embargo, también sería traicionada por la partida de él, todo se ama más cuando se le va a echar de menos, ella lo sabe.
El partió después de dejar marcas en su cuello y haber partido sus labios, y a ver si es que no fueron felices esas horas! Por lo menos esas…
Pasaron más horas porque el tiempo nunca se detiene. El hubiera preferido la seguridad de haber formalizado con ella y haber fornicado con la felicidad, pero las preferencias de uno no son la de dos, y ella era el par disparejo. Ella creyó estar desenamorándose y él hizo cosas que nunca se sabrán porque nunca fueron relevantes, resaltó su abnegada comunicación todas las madrugadas, no durmió por el temor a tener que despertar y enterarse sin alguna duda que su sueño con ella había sido un sueño nada más.
Pasó cada día esperando a regresar sin contratiempos, con todo resuelto y nada planificado, cumpliría años dentro de poco y lo mejor era que todo corriera sin detenerse porque, de lo contrario, nunca hubiera podido llegar a ese día.
Ella dijo quererlo como amigo y él dijo cuidate, chau, partió a buscar frío y a pensar sin cigarrillos, que hasta ellos lo habían abandonado aquella noche. Decidió que podía luchar por ella, y quién sabe si en contra. Todo había acabado él sabía, nada estaba consumado él decidía. Sin demora planificó su viaje al día siguiente.
Viajó. La abrazó, le dijo que todo valía la pena sin saber por qué, le dijo que la amaba sin saber de amor, y le dijo mil cosas sin saber contar. Interpretó como pudo su mejor papel para dejar en claro que él seguía en camino hacia ella ignorando que nunca hubo un camino. Ella sabía que lo quería y sabía que dudaría pronto. El quizo aprovechar eso, pero para el próximo viaje, un par de palabras más y adiós.
Regresó cuando tenía que.
Un día fue suficiente. Dijo lo que tenía que decir antes que tener que cumplir un año más de vida hiciera tardío el momento. Se apropió con derroche de horarios y se concentró en mover el cielo para que ella entrara en su tierra, y ella entró con mucha decencia y sin licencia para morir.
Se agradeció por ella y por él, se dijeron amores, se retrató el rostro de princesa, y la princesa tuvo que reconocer que él era un jardinero de detalles claveles, significados girasoles y de interpretaciones de higuerillas, un par de rosas en sus labios antes que la besara, voy a seguir intentándolo le dijo, ella lo besó, él se atrevió a pedirle mano y ella le pidió perdón por su beso. Nada más ofensivo que el arrepentimiento de realzar ilusiones.
Borracho de angustia le dijo que no era más de lo que él pudo haberse mostrado, que no cambiaría y que seguiría siendo el mismo por ella, le preguntó si quería ser su enamorada. Ella lo dejó sin una respuesta. Nada menos grato que la incertidumbre.
Ambos tendrían que haber muerto asesinados por imbecilidad, ambos vivieron separados desde aquel día.
El se rendiría al ver la amistad de sus ojos. Ella viviría más de sus antojos.
Ella le dijo no, al fin. El entendió el fin, al fin.
El se victimó a sí mismo más de una vez, pero entendió que ella nunca podría enterarse del mundo que giraría en su interior, ella estaría ensimismada en el mundo que le tocaría vivir, él ensimismado en que ella viviera bien, pero tendría que disimularlo para que ser su amigo no le viniera a mal. Ella quería un amigo, él la quería, ya no importaba cómo.
Resintió un amor que parecía inmenso por buscar quererla como ella quería ser querida, y así fue, sólo como ella dijo que sería.
Entre morir y salir a matar ella prefirió morir, él por supuesto matar muriendo.
Su amor fue agarrado de palizas cada noche para que cada día viviera menos y cada tarde muriera más, todo para ser el amigo que ella quería, porque la amó tanto que sería lo que pudiese ser para que ella fuera feliz, aunque ella no lo fuera.
El, cobarde como se tiene que ser para sobrevivir, se rindió incondicionalmente.
El, valiente como se tiene que ser para vivir por sobre el resto, dijo con verdad lo que todos alguna vez tendríamos que decir: “…aunque sea la última vez que lo escuches de mi boca, te amo, y te digo que será la última porque tendré que dejar de amarte para ser tu amigo y un amigo es lo que tú quieres de mí, y yo solo te quiero, feliz te quiero…”
El partió, y partió el mundo que construyó en mitades para que cada uno (ella y él) tuviera algo de la historia que nunca quisieron correr.
Su despedida nunca lo fue, él se escondería y ella se mostraría, empezaron a rezar y a mirar al cielo buscando la parte que tendría que haber sido para ellos, y es que ese lugar siempre estuvo ahí, pero nunca lo habitaron.
Y él dijo sobre su amor: “…hay cosas que cambian, hay cosas que nunca cambiarán, y hay cosas que nunca hubieran cambiado…”
Y así fue, como ella dijo que sería, pero como no quiso que fuera.
Damien Rice – The Blower’s Daughter
“Yo solo fui lacayo de un sentimiento del que me creí amo,
hasta que no te amo más hoy como ayer.”
Y así fue que el silencio pasó de noche raudo buscando mis rótulas para que perdiera paso y cayera a tus pies. Así fue, es verdad.
La historia de hoy comenzó en ningún lugar al que siempre volveré para dar gracias, ningún camino me hubiera llevado hacia ella más que la casualidad imprecisa.
Ella vestía de jeans como las mujeres comunes, y es que comun nació.
El, que soy yo, vestía como bestia, y tal vez algo más.
Se conocieron por burlas del destino, y ya no sé si fue la mejor burla hecha jamás, pero aún me produce una que otra sonrisa, no en el rostro sino en el vientre, cosquillas como amor solo que más placenteras.
Ella habló porque él se intimidaba del roce de su voz contra su rostro. Sus rostros palidecieron sequías de ámbitos poco conocidos, ella habló de rabia y él de palabras rameras.
La casualidad eligió un mal momento para unirlos y planificó unirlos más. Dos horas después serían conocidos de buen andar, y dos días después amigos del buen madrugar.
Conversaron a diario como quien no quiere quedarse mudo por falta de habla, se vieron a metros de distancia para mover la mano y saber que la sonrisa de ella podría ser la de él.
La casualidad hizo su trabajo y los dejó andar solos, pero ella fue acompañada, él sólo ando.
Pasaron horas, muchas que con ella eran pocas. Consiguieron afectos de buena fábrica, se abrazaron más de lo suficiente y sin embargo siempre se quedaron cortos en tiempo, él se dio cuenta que se infectó de flirteo y decidió no intentar irrumpir en la ocupación de un corazón que nunca sería para él.
Se marchó, porque él era un trotamundos, viajó buscando lluvia y nieve, buscó dejar paralizado ese amor que lo mueve, lo congeló en las montanas y regresó para nunca querer irse.
Pero regresó.
Su corazón (ella) ya no estaba ocupado y él no pensaba irrumpir porque se sabría enamorado de aquella, y él sabía que el amor no sólo traía cosas buenas. Se besaron como quienes no mueren, y se dieron unos cuantos besos más. Formalizarían todo sin mucho trámite y sin tramitar mucho también terminaron su relación. Los ancestros los conocerían de ahí en adelante como los que nunca mudaron de piel, ambos fueron más amigos que enamorados y enamorados ellos, no supieron de amistad.
Su corazón intento ser ocupado. El, que no escatimó esfuerzo porque más temprano de lo acostumbrado se enamoró, buscó ser su enamorado una vez más sin pensar que se echaría esta vez de menos. Buscó desenamorarse en la misma tierra que ella pisó y al no ser posible huyó con mentiras para ser más conciliador con el deseo de no perderse de ambos.
Pero todos extrañan, y cuando extrañan regresan y cuando regresan buscan lo que alguna vez conocieron.
Se besaron entre frases recónditas y un ya no te amo que fue verdad, y en verdad dejaron su relación para las reliquias y buscaron de forma informal una pasión de ciudad, con pudor y sin daño, como un juego del que no formarían parte, imposibilitados para ser pareja y con licencia para besar, murieron en el pico de la botella y se atormentaron cuando él tuvo que partir otra vez.
El supo que sería difícil estar lejos de ella, y lo fue, por supuesto. Se colmó de monedas para llamarla día tras día y así ella no se olvidara que la mejor parte de él no estaba consigo mismo sino se quedó para mimarla a diario, pero a diario ella iba olvidándose de él. Y él, iluso, se enamoró por segunda vez de la misma mujer que intentaría fuera por segunda vez su mujer. Para llenar su vacío coleccionó sus fotos y la besó a diario, aficionado a su belleza (ella fue guapa cuando quiso), dio gracias a existencias y cantó tras la ventana noche tras noche con los ojos colgados de los postes mirando la pista en el sentimiento nostálgico de saber que ella estaba lejos y él cada día más.
Hubiera dejado de pensar, pero su voz pedía música y se obligó a cantar cada noche por ella, y es que siempre fue imposible arrancar su recuerdo a medianoche, pues todo hombre que mira a altas horas de la noche la pista (cantando) es porque piensa en una mujer.
Y él regresó, como en todo regreso, pensó que todo sería conocido, pero no lo fue. El supo que tendría que porfiar una vez más las dosis de un flirteo poco caritativo y muy daditativo, ella que empañó sus ojos y gritaba que no querría enamorarse de él, le dijo que no a la relación propuesta y él le respondió como él mismo no tenía idea, con amor.
Ella lo besó por afición y él le escribió, en sus estudios, con chocolate un te amo que sería inmortal si no hubiera sido olvidado. Siempre se olvidan los detalles cuando no hubo éxito.
El partiría pronto y ella al día siguiente no se dejó besar. El, lloró ese día porque supo que no sabía qué saber hacer para que sus besos corrieran normalmente por los labios de ella. Ella que quería los besos pero no quería correr, el riesgo a caer siempre hizo que ella mirara al piso y él que ya había caído buscó encontrar en los ojos de ella sus ojos pero ella nunca lo miró como él a ella, él lo supo y no lloró porque él buscó siempre ser feliz con ella, las lágrimas podían aguantarse hasta que desaparecieran, pero eso de aguantar siempre fue una mentira a largo plazo.
El día anterior a la partida ella lo buscó. Creer enamorándose dijo estar, y él estuvo contemplándola, esta historia dolería más porque duraría más, pensó. Contemplativo como sólo él podía estar se dejó ilusionar y ella se dejó traicionar por lo que sentía, su restricción sentimental superlativa había sido vencida y, sin embargo, también sería traicionada por la partida de él, todo se ama más cuando se le va a echar de menos, ella lo sabe.
El partió después de dejar marcas en su cuello y haber partido sus labios, y a ver si es que no fueron felices esas horas! Por lo menos esas…
Pasaron más horas porque el tiempo nunca se detiene. El hubiera preferido la seguridad de haber formalizado con ella y haber fornicado con la felicidad, pero las preferencias de uno no son la de dos, y ella era el par disparejo. Ella creyó estar desenamorándose y él hizo cosas que nunca se sabrán porque nunca fueron relevantes, resaltó su abnegada comunicación todas las madrugadas, no durmió por el temor a tener que despertar y enterarse sin alguna duda que su sueño con ella había sido un sueño nada más.
Pasó cada día esperando a regresar sin contratiempos, con todo resuelto y nada planificado, cumpliría años dentro de poco y lo mejor era que todo corriera sin detenerse porque, de lo contrario, nunca hubiera podido llegar a ese día.
Ella dijo quererlo como amigo y él dijo cuidate, chau, partió a buscar frío y a pensar sin cigarrillos, que hasta ellos lo habían abandonado aquella noche. Decidió que podía luchar por ella, y quién sabe si en contra. Todo había acabado él sabía, nada estaba consumado él decidía. Sin demora planificó su viaje al día siguiente.
Viajó. La abrazó, le dijo que todo valía la pena sin saber por qué, le dijo que la amaba sin saber de amor, y le dijo mil cosas sin saber contar. Interpretó como pudo su mejor papel para dejar en claro que él seguía en camino hacia ella ignorando que nunca hubo un camino. Ella sabía que lo quería y sabía que dudaría pronto. El quizo aprovechar eso, pero para el próximo viaje, un par de palabras más y adiós.
Regresó cuando tenía que.
Un día fue suficiente. Dijo lo que tenía que decir antes que tener que cumplir un año más de vida hiciera tardío el momento. Se apropió con derroche de horarios y se concentró en mover el cielo para que ella entrara en su tierra, y ella entró con mucha decencia y sin licencia para morir.
Se agradeció por ella y por él, se dijeron amores, se retrató el rostro de princesa, y la princesa tuvo que reconocer que él era un jardinero de detalles claveles, significados girasoles y de interpretaciones de higuerillas, un par de rosas en sus labios antes que la besara, voy a seguir intentándolo le dijo, ella lo besó, él se atrevió a pedirle mano y ella le pidió perdón por su beso. Nada más ofensivo que el arrepentimiento de realzar ilusiones.
Borracho de angustia le dijo que no era más de lo que él pudo haberse mostrado, que no cambiaría y que seguiría siendo el mismo por ella, le preguntó si quería ser su enamorada. Ella lo dejó sin una respuesta. Nada menos grato que la incertidumbre.
Ambos tendrían que haber muerto asesinados por imbecilidad, ambos vivieron separados desde aquel día.
El se rendiría al ver la amistad de sus ojos. Ella viviría más de sus antojos.
Ella le dijo no, al fin. El entendió el fin, al fin.
El se victimó a sí mismo más de una vez, pero entendió que ella nunca podría enterarse del mundo que giraría en su interior, ella estaría ensimismada en el mundo que le tocaría vivir, él ensimismado en que ella viviera bien, pero tendría que disimularlo para que ser su amigo no le viniera a mal. Ella quería un amigo, él la quería, ya no importaba cómo.
Resintió un amor que parecía inmenso por buscar quererla como ella quería ser querida, y así fue, sólo como ella dijo que sería.
Entre morir y salir a matar ella prefirió morir, él por supuesto matar muriendo.
Su amor fue agarrado de palizas cada noche para que cada día viviera menos y cada tarde muriera más, todo para ser el amigo que ella quería, porque la amó tanto que sería lo que pudiese ser para que ella fuera feliz, aunque ella no lo fuera.
El, cobarde como se tiene que ser para sobrevivir, se rindió incondicionalmente.
El, valiente como se tiene que ser para vivir por sobre el resto, dijo con verdad lo que todos alguna vez tendríamos que decir: “…aunque sea la última vez que lo escuches de mi boca, te amo, y te digo que será la última porque tendré que dejar de amarte para ser tu amigo y un amigo es lo que tú quieres de mí, y yo solo te quiero, feliz te quiero…”
El partió, y partió el mundo que construyó en mitades para que cada uno (ella y él) tuviera algo de la historia que nunca quisieron correr.
Su despedida nunca lo fue, él se escondería y ella se mostraría, empezaron a rezar y a mirar al cielo buscando la parte que tendría que haber sido para ellos, y es que ese lugar siempre estuvo ahí, pero nunca lo habitaron.
Y él dijo sobre su amor: “…hay cosas que cambian, hay cosas que nunca cambiarán, y hay cosas que nunca hubieran cambiado…”
Y así fue, como ella dijo que sería, pero como no quiso que fuera.
1 comentario:
La amabas? o.O
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