Hace unos días, creo que dos, un buen amigo me dijo que se cumplía un año desde la última vez que redacté una entrada en este blog. Pues, ciertamente, las composiciones estaban escritas desde hacía mucho antes que publicadas acá, pero continué escribiendo composiciones para, digamos, la seudo dueña de este blog. Esta noticia aunque irrelevante, me despertó curiosidad de una manera poco antojadiza e investigué sobre lo que es la vida de ella ya que conozco lo que es de mi vida al cien por ciento.
He aquí la última entrada de este blog y con la que lo concluyo.
La última vez que la vi fue en navidad del año pasado. Una navidad, a su manera, divertida.
Esta chica me seguía volviendo loco, no porque la quisiera ni mucho menos, sino por pura y reverenda cojudez de mi parte, el piso se movía si ella se acercaba, lo que no se movía era mi corazón y, claro, no podía dejar que se mueva tampoco. Lo único racional que me quedaba me mantenía inmune a algo que ni ella ni yo quería que naciera de nuevo.
Llegué, como siempre, sin avisar. Me invitó a pasar y a conversar, entre gaseosas, cosas graciosas y un arbolito de navidad. Ella trabajaba aún en Sodimac que hasta donde yo recuerdo seguía siendo un remedo de Ace Home Center, y creo que había perdido a su último enamorado que, como yo, vivió unos años templado hasta el alma de alguien que no merecía fuera querida así, no por cómo es sino por lo que hace sin pensar. Pero es un tema del que prefiero no hablar.
Después de los buenos deseos de etiqueta nos despedimos, le dije que fuera feliz y adiós. Este, por fin, era de verdad. Nunca más la vi y así viví tranquilo el resto de la historia hasta hoy.
Esto fue hace casi un año.
Por ahí, sin querer, me informó un amigo que se casaría con un enamorado que no sabía que tenía y me dió risa. No porque me alegrara, tampoco es que me entristeciera, sino que fue una de esas risas que dicen, ya qué más podía esperar.
La manera en que ocurra lo demás no me importa ni debería importarme porque es su vida, respeto sus decisiones y en verdad quisiera que fuera feliz. Por otro lado, me alegra haber podido vivir esa parte tormentosa de vida que a todos nos inquieta, la de la soledad lastimera y algunas traiciones de las que nadie se llega a enterar, en las que uno sale cagado y el otro bien gracias.
Cada día pensé en quién tenía la culpa, quién la cagó. Normalmente no busco culpables, y esto tampoco es para culpar a nadie, pero no puedo negar que ella dejó mucho que desear en su comportamiento y, sospecho, yo le dejé mucho que desear de mi forma de ser. Pero fue divertido al fin y al cabo, total, yo siempre quise tener algo con ella, desde años atrás que ocurriera algo y me di el gusto de estar con la chica de mi pubertad.
Lo demás son jajás, algunas lágrimas y una inmensa gratitud con lo que le hizo a mis manos porque me dejó mucho sobre qué escribir.
Las composiciones se terminaron y si bien muchas no están publicadas aquí, por x's motivos, ha sido un gusto dar qué leer durante meses. Gracias a los que leyeron y gracias a los que me escucharon.
Fue una bonita historia para escuchar, pero creo que no para ella, y tampoco para mí.
Hace poco, caminando por Miraflores, un gato me cruzó el camino y se quedó parado. Me acerqué y él se quedó quieto, no le importaba mi presencia porque estaba mirando a cualquier parte. Entonces Roberto Carlos llegó a mi mente, era el gato del que hablaba, era el gato que canté muchas veces. Ahí fue cuando surgió la promesa de que me quedaba algo que decir y aquí está, por él, que está triste. Triste y azul.
6/12/08
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